MI SUEÑO PERUANO
Me acosté pensando en las culturas ancestrales, en el actual
Perú y en lo interesante que sería estar ahí, y me dormí.
La idea permanecía dando vueltas en mi cabeza y cada noche soñaba con
lo mismo.
El tiempo pasó y una mañana de verano a eso de las once después
de un viaje agotador, lento y caluroso, salgo a la calle y estoy en el lugar de
mis sueños.
Como en cualquier país subdesarrollado, la venta ambulante, y con
puestos fijos que ocupan casi toda la vereda impedían prácticamente caminar.
El característico color cobrizo de la piel de los
vendedores, castigada por el sol, cubierta en algunos por típicos sombreros y
el promedio de estatura me parecieron pintorescos, mido un metro noventa y
todos me parecían bajitos.
La gente que transitaba apelotonada y apurada por el angosto pasillo
que dejaban los puestos, dejaba trasuntar su molestia, por el calor y la
insistencia de los vendedores y yo parado ahí en el medio, mirando hacia todos
lados un poco desconcertado.
Demasiada gente, demasiado calor, un travesti y un poco más allá
una prostituta en la vereda de enfrente ofreciendo sus servicios en pleno mediodía
me llamaron la atención, un par de muchachos en franca actitud sospechosa
miraban bolsillos y bolsos buscando una oportunidad. Ningún policía cerca.
Cruzo la avenida y un aroma a comida, que parecía a pescado o algo frito
me hizo sentir hambre. Lo primero que me vino a la mente fue el ceviche que sé
que es un plato típico y busque un lugar donde comer.
Intercalados con los comercios de indumentaria que están en
la zona , había varios lugares de comida que no llegaban a la categoría de
restaurante. Todos me parecieron un poco precarios, no daban la imagen de estar
muy limpios y había gente parada en la puerta y en la vereda
comiendo algo que parecía arroz con pollo de unas
bandejas de plástico.
Entré al que me pareció más limpio me senté en una mesa pegada
a la pared, todo estaba abarrotado, las sillas no se podían correr porque
golpeabas al de la otra mesa y el mozo
brillaba por su ausencia.
Menú a la carta, no, sobre la barra en unos cartelitos con
una imagen del plato, el menú. El primero obviamente Ceviche, le seguía Ocoto
relleno, que parecía un aji con carne adentro, Anticuchos, que eran una especie
de brochettes y los otros carteles no los veía bien.
Esperé.
Esperé y no vino nadie, el que estaba en la mesa de al lado empezó
a tomar una especie de caldo
haciendo unos sonidos
muy desagradables, para distraerme busque en los carteles y era Timbuche, sopa de pescado.
Me harté del ruido me levanté y me fui.
Salí afuera, miré a
un lado y al otro, un mar de gente atropellándose, de mal humor , cruzando la
calle en cualquier lado, de repente, el ruido de una frenada brusca y el cartel
de la esquina a cincuenta metros parece que lo tuviera a medio metro de mí, lo miro y no lo creo …Avenida Pueyrredón esquina Sarmiento…
Sueño o realidad

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